Las excavaciones muestran el alto desarrollo cultural en el reino de
Judá y la destrucción de la ciudad en la invasión babilónica del año 586 a.C.
Nuevos descubrimientos en Jerusalén muestran la evidencia de la
destrucción de Jerusalén a manos del imperio babilonio hace unos 2.500 años,
uno de los sucesos históricos más importantes descritos en el Antiguo Testamento.
*Coincidencia con el relato de la Biblia: La caída de Jerusalén está
documentada con precisión en el Antiguo Testamento, en el 2º Libro de Reyes y
en el libro del profeta Jeremías 52, 4-14. Allí se relata como Nabuzaradán, general de
los ejércitos de Nabucodonosor, llevó a cabo la destrucción de la ciudad paso a
paso. Primero saqueó y quemó el templo, luego destruyó los palacios y las casas
de los príncipes; y finalmente derribó los muros.
Aunque la mayoría del pueblo fue llevado cautivo a Babilonia -a un
exilio que duró 70 años-, se quedaron en Jerusalén los más pobres con la misión
de ocuparse de las labores de labrado y de las viñas. La caída del Reino de
Judá había sido advertida durante años por los profetas bíblicos, que llamaron
al pueblo al arrepentimiento y a volver a Dios para no acabar siendo
destruidos.
En el sitio de la excavación, la destrucción desenfrenada causada por un infierno ardiente se ve claramente. Las capas de carbón quemado de la destrucción preservaron el suelo y los utensilios en el sitio.
La Autoridad de Antigüedades de Israel desarrolla una excavación en el
Parque Nacional de las Murallas de Jerusalén. Estas excavaciones han encontrado
viviendas de 2.500 años de antigüedad que fueron devastadas rápidamente.
Entre los restos de estos antiquísimos escombros se han encontrado una
gran cantidad de elementos: madera carbonizada, semillas de uva, cerámica,
escamas de pescado y huesos, y artefactos únicos y raros. Según los
especialistas, estos hallazgos muestran “la riqueza y el carácter de Jerusalén,
capital del Reino de Judea”, y son una prueba fascinante de la caída de la
ciudad a manos de los babilonios.
Entre los hallazgos más destacados de la excavación se encuentran
decenas de vasijas que servían para almacenar tanto grano como líquidos,
apareciendo un sello en algunos de ellos.
Además, uno de los sellos descubiertos fue el de una roseta, una rosa de
seis pétalos. Según los doctores Ortal Chalaf y Joe Uziel, directores de
excavaciones de la Autoridad de Antigüedades de Israel, se trata de un símbolo
real: “estos sellos son característicos del final del Primer Período Templario
y fueron utilizados dentro del sistema administrativo que se desarrolló hacia
el final de la dinastía en Judea, que se encargaba de supervisar, recolectar, comercializar
y almacenar los rendimientos de los cultivos.
La roseta, en esencia, reemplazó el sello “Para el Rey” utilizado por el sistema administrativo anterior”.
La roseta, en esencia, reemplazó el sello “Para el Rey” utilizado por el sistema administrativo anterior”.
La riqueza de la capital del reino de Judea también se manifiesta en los
artefactos ornamentales que surgen en el lugar.
Un hallazgo “raro” es el de una pequeña estatua de marfil, que
representa a una mujer. La figura está desnuda, y su corte de pelo o peluca es
de estilo egipcio. La calidad del tallado es alta, y atestigua al alto nivel artístico
de los artefactos y la habilidad que ya se había desarrollado en esa época.
Los responsables de la excavación agregan que “los hallazgos de la
excavación muestran inequívocamente que Jerusalén se había extendido fuera de
las murallas de la ciudad antes de su destrucción.
En la Edad de Hierro, Jerusalén experimentó un crecimiento constante,
expresado tanto en la construcción de la muralla de la ciudad y el hecho de que
la ciudad más tarde se extendió más allá del muro. Las excavaciones realizadas
en el pasado en el área del Barrio Judío han mostrado cómo el crecimiento de la
comunidad a finales del siglo VIII a.C. causó la anexión del área occidental de
Jerusalén.
En la excavación actual, podemos sugerir que después de la expansión
hacia el oeste de la ciudad, las estructuras fueron construidas fuera de la
frontera de la pared en el este también”. Los escombros también han revelado
que la destrucción efectuada por los babilonios no fue total, sino selectiva.
Así, se han podido encontrar casas y muros calcinados, mientras otras
edificaciones menos importantes permanecieron en pie.
Según
el relato bíblico (Jeremias 52, 4-34) en 586 AC, el rey babilonio Nabucodonosor
venció al rey judío Sedequías y arrasó su capital, Jerusalén. El capitán
babilónico Nebuzaradán fue enviado a la ciudad, donde, como se dice en el Libro
de Jeremías, "quemó la casa del Señor y la casa del rey, y todas las casas
de Jerusalén, la casa de todos los grandes, la quemaron con fuego".
Aunque la mayoría del pueblo fue llevado cautivo a Babilonia -a un
exilio que duró 70 años-, se quedaron en Jerusalén los más pobres con la misión
de ocuparse de las labores de labrado y de las viñas. La caída del Reino de
Judá había sido advertida durante años por los profetas bíblicos, que llamaron
al pueblo al arrepentimiento y a volver a Dios para no acabar siendo
destruidos.