- Sellos o Bulas en el palacio de David


LAS «BULAS» ENCONTRADAS EN LA CIUDAD DE DAVID

En la Ciudad de David fueron encontradas más de 50 «Bulas», es decir, piezas hechas de barro que sobre ellas se acuñaban sellos oficiales, generalmente de reyes o funcionarios del rey.
En la época del Primer Templo (-1004 a -586 aC) se acostumbraba escribir documentos oficiales o comerciales sobre papiro o sobre cuero, enrollar el documento, coserlo con hilo y sellarlo con el sello del funcionario que enviaba el documento, tal como lo muestran las siguientes imágenes:
Sobre este uso, vemos el siguiente texto en Jeremías 32,9-14: “ Y compré la heredad de Hanameel, hijo de mi tío, la cual estaba en Anatot, y le pesé el dinero; diecisiete siclos de plata. Y escribí la carta y la sellé, y la hice certificar con testigos, y pesé el dinero en balanza. Tomé luego la carta de venta, sellada según el derecho y costumbre, y la copia abierta. Y di la carta de venta a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, delante de Hanameel el hijo de mi tío, y delante de los testigos que habían suscrito la carta de venta, delante de todos los judíos que estaban en el patio de la cárcel. Y di orden a Baruc delante de ellos, diciendo: Así ha dicho Yahwe de los ejércitos, Dios de Israel: Toma estas cartas, esta carta de venta sellada, y esta carta abierta, y ponlas en una vasija de barro, para que se conserven muchos días”.

Entre las Bulas halladas en la Ciudad de David se mencionan nombres de personajes que los encontramos en la Biblia, casualmente en el libro de Jeremías.
Imagen de la «Estructura Escalonada» en la ciudad de David donde se encontraron 2 bulas con nombres bíblicos.
Es así que en la llamada «La estructura escalonada “, que algunos arqueólogos consideran que allí estaba el Palacio del Rey David y otros consideran que allí estaba la Fortaleza de Sión (mencionada en 2 Samuel 5,6-10(fueron encontradas dos bulas con los nombres de Jucal hijo de Selemías y Gedalías hijo de Pasur) Ambos nombres son mencionados en el libro de Jeremías: «Y envió el rey Sedequías a Jucal hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta Jeremías: Ruega ahora por nosotros a Yaweh nuestro Dios». Jeremías 37,3.
Bula de Jucal, hijo de Selemias
Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:  Así ha dicho Yaweh: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. Así ha dicho Yaweh: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará. Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal”. Jeremías 38,1-4.
Bula de Gedalías hijo de Pasur
En la llamada «Área G», muy cerca de la «Estructura escalonada» el reconocido arqueólogo Yigal Shiló encontró más bulas, 51 en total, lo que refuerza la teoría, compartida por la mayoría de los especialistas, que esta área servía como centro administrativo del Reino de Judea durante la época del Primer Templo (-1004 a -586).
Imagen del «Área G», donde se encontraron 51 bulas, y que servía como centro administrativo del Reino de Judea

Entre estas 51 bulas, la gran mayoría escritas en un hebreo bien legible, se encontraron otros dos nombres que aparecen en el texto bíblico. Uno de ellos es Azarías hijo de Hilcías (1 Crónicas 9,11): «Azarías hijo de Hilcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, príncipe de la casa de Dios»


El otro nombre acuñado en una bula encontrada en el Área G es el de Gemarías hijo de Safán 
(Jeremías 36,9-12): "Y aconteció en el año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que promulgaron ayuno en la presencia de Jehová a todo el pueblo de Jerusalén y a todo el pueblo que venía de las ciudades de Judá a Jerusalén. Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías hijo de Safán escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová, a oídos del pueblo. Y Micaías hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehová, descendió a la casa del rey, al aposento del secretario, y he aquí que todos los príncipes estaban allí sentados, esto es: Elisama secretario, Delaía hijo de Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías, y todos los príncipes."

Estos hallazgos arqueológicos encontrados en las cercanías de la «Estructura escalonada» nos lleva a algunas conclusiones:

  1.     Está claro que los libros que componen la Biblia no fueron escritos con fines de documentar la historia tal como la conocemos en nuestros días. Sin embargo, hallazgos como los descritos aquí nos permite contextualizar el Texto Bíblico en un marco histórico real.
  2.     No siempre ocurre, pero en este caso «la Biblia y la arqueología se encontraron». Es decir, vemos una armonía entre ambos. El hecho de que la Biblia presenta estos nombres en un contexto administrativo / gubernamental, siendo llamados como «escribas» o «príncipes del rey», y que justamente estos nombres se hayan encontrado acuñados en bulas, que eran de uso gubernamental, es una prueba que «La Biblia tenía razón» (en alusión al título del famoso libro de Werner Keller).
  3.     ¡Los antiguos judaítas (del Reino de Judá) hablaban hebreo! Si bien en una escritura diferente al actual hebreo, pero aun así nos permite llegar a la conclusión que hace por lo menos 2600 años atrás se hablaba este mismo idioma. Justamente, en otro lugar de la Tierra de Israel se han encontrado textos en hebreo que datan de hace 3100 años.
Esperemos que la arqueología nos siga proveyendo de más hallazgos impresionantes como estos encontrados en la Ciudad de David y así podamos profundizar aun más en la historicidad del texto bíblico que tanto interesa a buena parte de la humanidad.